Aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Filipenses 3:8.
Amar a Dios supremamente y a nuestro prójimo
como a nosotros mismos es observar los primeros cuatro Mandamientos y los
últimos seis. Dios nos ha dado un gran campo en el cual trabajar; y, al
hacer el trabajo que Dios nos ha señalado, no nos elevaremos nosotros, sino que
exaltaremos a Cristo. Cultivaremos el amor por Dios y el amor por nuestros
hermanos y por todas las personas. El amor pronto muere en el corazón si se lo
deja sin cultivar; solo podemos mantener el amor divino en el alma si
practicamos las palabras del Maestro. ¿Acaso no hay muchos que pretenden
guardar los Mandamientos y viven transgrediendo los preceptos sagrados? No
podemos guardar la Ley de Dios a menos que le demos nuestra atención indivisa a
nuestro Creador y Redentor. Es imposible guardar los últimos seis Mandamientos
a menos que guardemos los primeros cuatro…
Cuando entremos en simpatía íntima con
Jesús, él nos impartirá su amor, y este rebosará de nosotros en actos de amor,
en tierna compasión hacia los demás.
Cuando no podemos amar a Dios supremamente,
ciertamente no podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando
usted ama a Dios con todo su corazón, poder, mente, alma y fuerza, será como un
manantial vivo en el desierto para todos los que lo rodean. En sus sugerencias
no se expresarán dudas, ni se sembrarán cizañas. No se contentará con una
experiencia pobre… No hay inmovilidad en la vida cristiana. Los seguidores de
Jesús siempre ven objetivos más elevados que alcanzar ante sí, y no estarán
satisfechos con una norma baja. Hay un gran peligro en quedar satisfecho, en no
esforzarse por el premio de la soberana vocación en Cristo Jesús…
En la verdad, Jesús ha sido revelado en todo
su encanto inigualable; pero ¿de qué ventaja será nuestro conocimiento de la
verdad si no nos lleva a Jesús; si no aumenta nuestro conocimiento de él y
nuestro amor por él? Tan pronto como usted entrega todo su corazón a Dios, le
rendirá una obediencia abnegada y gozosa. Dios requiere que seamos hallados en
él no teniendo nuestra propia justicia, sino la justicia de Cristo. Cuando
abrimos la puerta de nuestro corazón a Jesús con un aprecio agradecido por su
amor, y le decimos: “Entra”, el Invitado celestial estará con nosotros. Cuando
amamos a Jesús, amamos a todos a quienes Jesús ama - Signs of the Times, 22 de
septiembre de 1890.
MEDITACIONES
MATINALES PARA ADULTOS 2013
DESDE
EL CORAZÓN
Por: Elena G. de White
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