domingo, 6 de octubre de 2013

HACIA ADELANTE Y HACIA ARRIBA


Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Filipenses 3:8.

Amar a Dios supremamente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos es observar los primeros cuatro Mandamientos y los últimos seis. Dios nos ha  dado un gran campo en el cual trabajar; y, al hacer el trabajo que Dios nos ha señalado, no nos elevaremos nosotros, sino que exaltaremos a Cristo. Cultivaremos el amor por Dios y el amor por nuestros hermanos y por todas las personas. El amor pronto muere en el corazón si se lo deja sin cultivar; solo podemos mantener el amor divino en el alma si practicamos las palabras del Maestro. ¿Acaso no hay muchos que pretenden guardar los Mandamientos y viven transgrediendo los preceptos sagrados? No podemos guardar la Ley de Dios a menos que le demos nuestra atención indivisa a nuestro Creador y Redentor. Es imposible guardar los últimos seis Mandamientos a menos que guardemos los primeros cuatro…

Cuando entremos en simpatía íntima con Jesús, él nos impartirá su amor, y este rebosará de nosotros en actos de amor, en tierna compasión hacia los demás.

Cuando no podemos amar a Dios supremamente, ciertamente no podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando usted ama a Dios con todo su corazón, poder, mente, alma y fuerza, será como un manantial vivo en el desierto para todos los que lo rodean. En sus sugerencias no se expresarán dudas, ni se sembrarán cizañas. No se contentará con una experiencia pobre… No hay inmovilidad en la vida cristiana. Los seguidores de Jesús siempre ven objetivos más elevados que alcanzar ante sí, y no estarán satisfechos con una norma baja. Hay un gran peligro en quedar satisfecho, en no esforzarse por el premio de la soberana vocación en Cristo Jesús…

En la verdad, Jesús ha sido revelado en todo su encanto inigualable; pero ¿de qué ventaja será nuestro conocimiento de la verdad si no nos lleva a Jesús; si no aumenta nuestro conocimiento de él y nuestro amor por él? Tan pronto como usted entrega todo su corazón a Dios, le rendirá una obediencia abnegada y gozosa. Dios requiere que seamos hallados en él no teniendo nuestra propia justicia, sino la justicia de Cristo. Cuando abrimos la puerta de nuestro corazón a Jesús con un aprecio agradecido por su amor, y le decimos: “Entra”, el Invitado celestial estará con nosotros. Cuando amamos a Jesús, amamos a todos a quienes Jesús ama - Signs of the Times, 22 de septiembre de 1890.

 MEDITACIONES MATINALES PARA ADULTOS 2013
DESDE EL CORAZÓN
Por: Elena G. de White

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