Era tal la multitud de hombres y mujeres, que hasta sacaban a los
enfermos a las plazas y los ponían en colchonetas y camillas para que, al pasar
Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Hechos 5:15
Simplemente
la sombra! ¡Sin duda un acto milagroso y sobrenatural! Pero ¿de quién? En
realidad, no había poder en Pedro para realizar milagros, ya que él no era más
que un hombre. Pero un hombre, puede ser un gran instrumento en las manos de
Dios para que él manifieste su poder.
La Biblia dice
que la fama de Pedro se extendió a los pueblos vecinos de Jerusalén, desde
donde acudían personas que llevaban a sus amigos y parientes enfermos en busca
de sanidad. Pedro era tan solo un hombre consagrado que amaba a Dios, y que
llegó a convertirse en un canal a través del cual fluían las bendiciones de lo
alto. Su sola presencia proveía salud, bienestar y alegría por dondequiera que
iba.
La sombra de
Pedro encendió una luz de esperanza en la vida de cientos de personas. Es
difícil creer que una sombra pueda ser portadora de luz, pero así era en el
caso de Pedro. Las sombras por lo general aportan oscuridad. Creo que aquello
fue posible gracias a que Pedro colocaba a los enfermos bajo la sombra del
Omnipotente. En la Palabra de Dios leemos: “El Señor es quien te cuida, el
Señor es tu sombra protectora” (Salmo 121:5).
Dios desea
realizar una obra parecida en nuestras vidas. Anhela que nuestra presencia sea
una luz, especialmente para aquellos que son presa del dolor y de la
enfermedad.
Las actitudes
negativas únicamente trasmiten soledad y sombras. No permitamos que eso suceda
en nuestras vidas. Para realizar esa obra maravillosa de alumbrar a los demás,
es necesario que antes nos coloquemos bajo la sombra de Dios, quien anhela
utilizarnos como instrumento de sanidad para quienes encontremos en nuestro
camino. Comenta Elena de White: “No necesitamos ir a tierras de paganos, ni
siquiera dejar el reducido círculo del hogar, si es allí donde está nuestro
deber, a fin de trabajar por Cristo. Podemos hacerlo en el seno del hogar, en
la iglesia, entre aquellos con quienes nos asociamos y nos relacionamos” (El
camino a Cristo, cap. 9, p. 120).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado