Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma
de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense
mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:31-32
He
oído en numerosas ocasiones la famosa frase: “Perdonar es olvidar”. Pero ¿será
eso realmente posible? ¿Tenemos acaso el poder para desterrar de nuestra mente
los recuerdos que nos atormentan y que podrían transformarse con el tiempo en
rencores y resentimientos?
Considero
que los recuerdos pueden permanecer en nuestras mentes para siempre.
Algunos
no se podrán borrar ni con el más decidido de los intentos. Podremos hacer todo
esfuerzo posible para eliminar de nuestra memoria las reminiscencias de
incidentes y personas que nos han hecho daño, pero será una tarea frustrante.
Siempre
estaremos inclinadas al recuerdo. ¡Es inevitable!
Lo
que sí podemos hacer, aunque no resulta fácil, mediante el ejercicio de la
voluntad y la ayuda de Dios, es cambiar las emociones y los sentimientos que
experimentamos al traer al consciente hechos y personas desagradables. De no
hacerlo, nos haremos daño a nosotras mismas.
Erradica
de tu mente todos aquellos sentimientos que te coloquen en condición de
víctima; estos te llevarán a sentir lástima de ti misma. El dolor moral o
emocional se hará más intenso y el resultado final será el rencor y los
resentimientos.
Para
que puedas lograrlo, te será útil recordar que quienes te han hecho daño están
prisioneros en un laberinto de egoísmo y de miseria que los empuja a perjudicar
a otros para realzar sus existencias.
Cuando
lleguemos a esa situación de limpieza mental, estaremos en la antesala del
perdón. Ese es un acto que constituye una respuesta de amor dirigida a alguien
que te ha herido. Equivale a poner todo el peso de una calumnia, o de una
ofensa a los pies de Jesús. Es vaciar el alma de dolor, pena y amargura
permitiendo que Dios cure tu herida.
Amiga,
antes de iniciar las actividades de este día, inclínate ante la majestad de
Cristo, agradece por el perdón inmerecido que te ha regalado, y luego te
resultará más fácil orar y perdonar a quienes te han perjudicado. Recuerda que
no fuimos hechas para odiar, sino para amar. Digamos, como el gran escritor
Mark Twain: “Perdonar es la fragancia que la violeta exhala, cuando se levanta
el zapato que la aplastó”.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado