Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Hebreos
12:2.
Hoy, como en
el pasado, todo el cielo espera para ver cómo a la iglesia se desarrolla en la
verdadera ciencia de la salvación. Cristo ha comprado la iglesia con su sangre,
y anhela vestirla de salvación. La ha hecho depositaría de la verdad sagrada, y
desea que ella participe de su gloria. Pero, para que la iglesia pueda ser una
potencia educativa en el mundo, debe cooperar con la iglesia en el cielo. Sus
miembros deben representar a Cristo. Sus corazones deben abrirse para recibir
todo rayo de luz que Dios tenga a bien impartirle. Al recibir esta luz, serán
capaces de recibir e impartir más y más de los rayos del Sol de Justicia.
Se necesita un
nivel más elevado de espiritualidad en la iglesia. Se necesita la purificación
del corazón. Dios llama a su pueblo a sus puestos de responsabilidad.
Los invita a
limpiarse de aquello que ha mostrado ser la ruina de la iglesia: la exaltación
de los que son colocados en cargos de confianza. Hay una obra seria que debe
hacerse. Los hombres y las mujeres han de buscar a Dios en fe, sobre sus
rodillas, y luego salir a hablar la Palabra con poder enviado de lo alto. Tales
creyentes se presentan ante el pueblo inmediatamente después de haber estado en
la cámara de audiencia del Altísimo, y sus palabras y hechos promueven la espiritualidad.
Cuando entran en contacto con principios equivocados, plantan sus pies
firmemente sobre las palabras: “Escrito está”…
Hoy la iglesia
necesita obreros que, como Enoc, caminen con Dios y revelen a Cristo al mundo.
Los miembros de iglesia necesitan alcanzar una norma más alta… Nuestra
percepción del Sol de Justicia está nublada por la exaltación propia. Cristo es
crucificado otra vez por muchos que, por la indulgencia propia, permiten a
Satanás que los controle. La iglesia necesita de hombres y mujeres devotos que
lleven al mundo el mensaje de salvación, que señalen a los pecadores el Cordero
de Dios; obreros que puedan elevar a quienes los rodean del pozo de la
degradación por sus obras de justicia y sus palabras puras y verdaderas.
Con piedad y
compasión, con tiernos anhelos y amor, el Señor contempla a su pueblo tentado y
probado… El propósito de Dios es que todos sean probados y juzgados, para ver
si son leales o desleales a las leyes que gobiernan el Reino celestial. Dios
permite hasta el fin que Satanás se revele a sí mismo como un mentiroso, un
acusador y un asesino. Así el triunfo final de su pueblo será más evidente, más
glorioso, pleno y completo - Review and Herald, 4 de diciembre de 1900.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White