Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? [...] Cuando habla, lo hace con
sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Proverbios 31:10, 26
Hace
unos cuantos meses recibí la visita de una madre y de su hija adolescente.
Al
sentarse frente a mí parecían dos completas desconocidas la una para la otra;
rehuían todo contacto físico. Además, al hablar se descalificaban mutuamente.
En
cierto momento pensé que si las hubiera dejado a solas, se habrían propinado no
solamente duros golpes verbales, sino también puñetazos. Me puse a pensar en la
situación, y me pregunté cómo podían haberse alejado tanto dos mujeres que en
algún momento de sus vidas habían compartido incluso el mismo torrente
sanguíneo.
Este
tipo de escenas y desencuentros son cada vez más frecuentes y más dañinos.
Las
madres y las hijas parecen ir por caminos contrarios hasta llegar a la
controversia, y en casos más graves a la confrontación. Muchas madres vuelcan
todas sus frustraciones y proyectos inconclusos sobre sus hijas y se vuelven
controladoras, autoritarias, críticas e insensibles. No reconocen que la hija
tiene una vida propia y que, como madres, tan solo les compete brindar
orientación, consejo y guía, además de dar amor. En muchas ocasiones privan a
sus criaturas del derecho a construir su propia vida, sembrando graves conflictos
emocionales tanto en ellas como en otras personas.
Por
otro lado, también hay madres que, afectadas por un pasado conflictivo, no
desean intervenir en el desarrollo personal de sus hijas. Se mantienen al
margen y argumentan que no están capacitadas para brindar consejos y
orientaciones.
Las
hijas, por su parte, aseguran no sentir el amor de sus madres y eso las lleva a
experimentar sentimientos de abandono y distanciamiento. Las consecuencias de
esa soledad se verán en el tipo de relaciones que establecerán con otras
personas.
A
las madres nos corresponde mantener abiertos los canales de comunicación,
especialmente cuando nuestros puntos de vista no coinciden con los de nuestras
hijas. Somos nosotras, por haber sido antes hijas, las que deberíamos hacer
esfuerzos para entender mejor las actitudes de nuestras herederas. Es
conveniente tener en cuenta que ellas se esfuerzan ante todo por encontrarles
un sentido a sus vidas.
Las
madres deberíamos tender puentes si la relación con algunos de nuestros hijos
se viera interrumpida. Puentes de amor y de confianza por los cuales nosotras y
nuestros vástagos podamos transitar hasta el día en que concluya nuestro
peregrinaje.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día"
Por Erna Alvarado