Lugar: Nueva Jersey, EE.UU.
Palabra de Dios: Salmo 119:162, DHH
“A
mi querido sobrino, Esteban Marsh, le dejo mi Biblia de familia y todo lo que
contiene”. Y así fue como el señor Marsh llegó a ser el dueño de la Biblia de
la familia, luego de la muerte de su tía.
El
señor Marsh llevó con cuidado la Biblia a su casa, y la puso sobre una mesa.
Allí quedó durante años y años, juntando polvo. Ocasionalmente miraba la Biblia
y, a veces, hasta tocaba su tapa gastada, pero nunca llegó a abrirla o leerla.
Estaba
demasiado ocupado con todo lo demás. Era un hombre pobre, debía trabajar largas
horas para poder pagar sus cuentas. Quizás algún día, cuando tuviera más
tiempo, vería qué tenía para decir la Biblia.
Pasaron
35 años, y el señor Marsh era ahora un hombre anciano.
Habiendo
vivido en la pobreza durante toda su vida, ahora estaba planificando mudarse a
la casa de su hijo mayor. Mientras el señor Marsh empacaba sus pertenencias,
tomó la Biblia de la familia y la abrió. Se sorprendió cuando vio un billete de
veinte dólares.
Mientras
hojeaba el libro, encontró otro billete, luego otro… y otro.
¡Y
pensar que había estado viviendo en la pobreza durante tanto tiempo!
La
Biblia es una posesión muy valiosa. Sin dudas, es la Palabra de Dios. Pero, no
estamos hablando en términos de pesos y centavos. La Biblia contiene un tesoro
mucho mayor que el que descubrió el señor Marsh en la descuidada Biblia
familiar. Así que, no permitas que tu Biblia quede por allí, juntando polvo:
tómala y léela. Descubre su verdadero valor, y di a Dios: “Yo me siento feliz
con tu promesa, como quien se encuentra un gran tesoro”.
Lecturas
Devocionales para Menores 2013
En algún lugar del
Mundo
Por Helen Lee Robinson