Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor
esperan. Salmo 31: 24
Cuando Douglas
Bader perdió sus dos piernas al caer a tierra el avión que pilotaba, pudo haber
pensado que habla llegado el final de su vida. Sin embargo, Douglas Bader, en
plena juventud, sin posibilidades de volver a caminar y menos de pilotar un
avión, no se dio por vencido.
En los años siguientes al
accidente, todos los que conocían a Douglas vieron en él un ejemplo de
entereza, valor, dedicación y esfuerzo. Con dos prótesis volvió a caminan
bailar, jugar al tenis, y lo más admirable de todo, una vez más pudo pilotear
un avión. En 1976, la reina de Inglaterra lo condecoró con el título de
«caballero» por su trayectoria heroica y singular. Como dato curioso, la
historia cuenta que fue el único «caballero» que no ha tenido que hacer la
genuflexión ante la reina.
Tal fue la historia de un
hombre que estuvo dispuesto a esperar cosas buenas de la vida, aun en medio de
la adversidad. ¿Qué lo hizo posible? ¿De dónde provino su fortaleza?
Seguramente de dos fuentes. La primera de ellas, el poder de Dios, «¡Sé fuerte
y valiente!», es lo único que nos pide el Señor para poder salir de las mejores
y peores circunstancias. Por otro lado, la decisión personal intencionada de
alguien que no se permitió el lujo de vivir en la autocompasión. Su historia ha
servido de acicate para muchos jóvenes que han intentado rendirse ante los
obstáculos.
Puede ser que haya algo en
tu vida que a ti te parezca un impedimento o una barrera para tu desarrollo y
crecimiento. Pueden ser cosas reales, corno una enfermedad, una deficiencia
física, una incapacidad intelectual. O tal vez esté relacionado a tu origen, a
tu condición étnica, a tu medio cultural o a tu posición social. Todo eso
puede, si lo permites, transformarse en factores que frenen el desarrollo de tu
vida.
No planifiques tu vida en
torno a tus limitaciones, porque con toda certeza te vendrán a la mente frases
como «No puedo», y te llenarás de temores infundados. Planifícala en relación a
los recursos y talentos que Dios te concede, y que es tu responsabilidad
utilizar con sabiduría. No te aflijas por lo que no tienes, sino aprende a
disfrutar de aquello que sí posees.
Dios ha puesto a tu
disposición un sinnúmero de posibilidades, ¡aprovéchalas!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado