martes, 26 de noviembre de 2013

DIOS, SATANÁS Y EL HURACÁN KATRINA

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¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado
¿No quiero más bien que abandone su mala conducta y que viva? Yo, el Señor, lo afirmo.
Ezequiel 18:23).

El 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina azotó las costas de Luisiana y Texas en los Estados Unidos y causó la muerte de por lo menos 1.836 personas. Fue el desastre natural más costoso y uno de los más mortales en la historia de ese país. Sin embargo, el dolor que causó ese huracán fue más allá de la devastación económica y de infraestructura. Se inundó el 80% de la ciudad de Nueva Orleans. Una gran cantidad de personas fue incapaz de abandonar la ciudad porque no tenía los medios necesarios. Las cadenas de televisión mostraron personas que morían por falta de atención médica y cadáveres que flotaban en el agua mientras las autoridades no encontraban cómo hacer llegar la ayuda.

El 20 de marzo de 2006, Jon Meacham de la revista Newsweek entrevistó a Billy Graham en Nueva Orleans. El título de la entrevista fue: “Dios, Satanás y Katrina”. En la misma le preguntó: “¿Qué les dice usted a las personas que preguntan cómo pudo un Dios de amor permitir que esto sucediera?” Graham respondió con suma honestidad: “No lo sé. Y no hay manera de que pueda saberlo”. Después mencionó que la avaricia del hombre, su egoísmo y su orgullo hacen que las tragedias naturales sean más dolorosas y que, en muchas otras ocasiones, causan tragedias peores, como las guerras. Por otro lado, también mencionó que Dios ha mostrado su amor por el hombre en la cruz y pronto vendrá para poner fin al sufrimiento.

Hay quienes piensan que las catástrofes naturales son castigos divinos por el pecado.

La Biblia afirma lo contrario. No suceden más catástrofes porque, por su misericordia, Dios retiene los “vientos de destrucción” para que las personas puedan aceptar su mensaje de amor (lee Apocalípsis 7:1-3). El pecado de la humanidad será castigado en el lago de fuego al final de la historia (Apocalípsis 20:11-15), pero no arderá eternamente, sino que destruirá a los que se aferren al pecado. Dios no quiere la muerte del impío, desea su salvación (2 Pedro 3:9,10; Romanos 2:4). Antes del diluvio envió a Noé y este predicó durante ciento veinte años. Antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, Abraham y Lot testificaron a favor de Dios en esas ciudades. Así mismo, antes de que venga el fin, el evangelio será predicado en todo el mundo (Mateo 24:14). Y tú, ¿ya decidiste dejar que Jesús entre a tu vida?

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