miércoles, 13 de noviembre de 2013

UNA EXTRAÑA CIENCIA

Portada Mujeres
El malvado hace alarde de su propia codicia; alaba al ambicioso y menosprecia al Señor. 
El malvado levanta insolente la nariz, 
y no da lugar a Dios en sus pensamientos. 
Salmo 10:3-4

Mucha gente confía en los asertos de esa aún desconocida área de la psicología denominada morfopsicología. Creen que esta pseudociencia permite identificar los rasgos de la personalidad de alguien a través del estudio de las características morfológicas de su cara y su cuerpo. Esta disciplina sugiere que existe una marcada relación entre los rasgos físicos, y las expresiones corporales de una persona y su conducta. Aunque la morfopsicología no describe por entero cómo es alguien, sí señala que existen diversos rasgos físicos que tienen una relación directa con la conducta.

Curiosamente, en la Biblia encontramos algunos textos que parecen apuntar en una dirección similar. Por ejemplo, en el libro de Proverbios se nos dice: “El bribón y sinvergüenza, el vagabundo de boca corrupta, hace guiños con los ojos, y señas con los pies y con los dedos” (Proverbios 6:12-13). Interesante, ¿verdad? De alguna manera, lo que revela el exterior está íntimamente relacionado con lo que hay en el interior.

El versículo con que hemos dado inicio a la reflexión de hoy se refiere a ese tipo de personas que levantan la nariz en señal de arrogancia y orgullo, y que en su insolencia son capaces de menospreciar incluso a Dios. Esa falta de humildad la trasladan a todas sus relaciones personales. Esas personas olvidan que Dios desecha a los soberbios y ayuda a los humildes y contritos de espíritu. El Señor dice: “Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra” (Isaías 66:2).

Poner nuestra voluntad por encima de la voluntad de Dios sería un pecado de presunción. Significaría menospreciar sus mandatos para colocar en un primer lugar nuestros deseos, considerando quizá a los demás como inferiores y poco dignos de respeto.

Amiga, revisa tu círculo de amigos. Piensa en todas las personas que interactúan contigo. ¿Acaso están algunas de tus actitudes hacia ellas salpicadas de altivez o sinvergüencería? De ser así, convendría que examinaras el origen de dicho modo de actuar. Quizá tenga su raíz en traumas del pasado. Hoy es una buena ocasión para desatar toda cadena que te ate al pasado. Dios puede y quiere hacerlo por ti.

¡Que el Señor te bendiga hoy y siempre, y te permita ser un modelo de sencillez y humildad!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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