domingo, 8 de septiembre de 2013

YO PUEDO SOLA


Dichoso aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo cuanto hay en ellos, y que siempre mantiene la verdad. Salmo 146:5

Dios nos ha creado con necesidades especiales y nos ha rodeado de personas que nos ayudan a satisfacer dichas necesidades. Cuando hablamos de “dependencia”, muchas nos ponemos a la defensiva. Consideramos que “depender” es señal de debilidad. Nos cuesta admitir que dependemos de los demás, y asimismo que dependemos de Dios.

La ley de la reciprocidad dice que los seres humanos nos necesitamos unos a otros; y más aún: que todos necesitamos a Dios. Quien no entienda eso vivirá en la soledad y en el aislamiento. No hemos sido creadas para eso. Para gozar de una vida emocional saludable es vital encontrar una mano amiga, un oído atento y una voz que nos consuele. Nunca digamos “Yo puedo sola” porque es mucho mejor decir: “Lo haré con la ayuda de Dios y de mi prójimo”.

No es lo mismo autonomía que autosuficiencia. La autonomía es la capacidad de hacerse uno cargo de sí mismo y de tomar decisiones asertivas. Sin embargo, la autosuficiencia, sentirse que uno puede con todo, nos lleva en ocasiones a menospreciar la ayuda de los demás e incluso a creer que no necesitamos a Dios. Cuando eso sucede, nos subimos al pedestal de la soberbia y nos entregamos al aislamiento.

Durante los días previos a su crucifixión, cuando el dolor y la agonía hacían presa del ánimo de Jesucristo, él buscó la compañía de sus discípulos. “Fueron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús les dijo a sus discípulos: ‘Siéntense aquí mientras yo oro’. Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza” (Marcos 14:32-33). El Maestro necesitaba la oración y el consuelo de sus discípulos, que eran también sus hermanos.

Amiga, establece una red de apoyo con tu familia y tus amigos. No será difícil reconocer que los necesitas, y tu inteligencia espiritual debe hacerte considerar que, sin la ayuda de Dios, todos tus intentos se quedarán únicamente en eso, intentos.

Ofrécete generosamente para formar parte de una red de apoyo para los demás, pues ellos necesitan lo que tú tienes.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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