martes, 10 de septiembre de 2013

VICTORIOSO SOBRE LA TENTACIÓN


¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? Génesis 39:9.

Cuando vino la prueba, cuando la mujer ejerció sus artificios para conducirlo a la iniquidad, José preservó su integridad. Ni las palabras agradables ni las ofertas engañosas causaron que se apartara ni un ápice de lo correcto. Todo cayó en oídos sordos. La Ley de Dios estaba apertrechada su corazón. Le dijo a la atrevida hechicera: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”

La mujer finalmente fracasó en su intento de hacer pecar a José. Satanás fue derrotado. Y entonces José advirtió que los labios que podían alabarlo también podían mentir. La esposa de Potifar buscó venganza, al acusarlo. Por causa de no querer pecar contra alguien que había confiado en él, se vio privado del honor que había ganado merecidamente por la gracia de Dios, y que lo había llevado a relacionarse con los grandes hombres de Egipto.

Esta humillación súbita desde la posición de un siervo digno de confianza y de honores a la de un criminal sentenciado lo habría abrumado, si no hubiera sido por la mano de Dios que lo sostuvo. Pero su confianza en Dios era inamovible. El amor a Dios mantuvo su alma en una paz perfecta. El cielo estaba muy cerca del fértil valle de Egipto, porque allí había un joven que guardaba los caminos del Señor. La presencia de Jesús estuvo con él en la prisión, instruyéndolo, fortaleciéndolo y sosteniendo su mente y su alma, para que la luz del cielo refulgiera.

José había sido probado por el afecto y la preferencia de su padre; por la enemistad, la envidia y el odio de sus hermanos; por la estima y la confianza de su amo, y por su elevada responsabilidad. Fue probado por la seducción de los encantos femeninos, por la adulación de sus labios y su amor ilícito. Pero la pureza firme de José no le permitió escuchar la voz del tentador. La Ley de Dios era su deleite, y él no se apartaría de sus preceptos...

Incluso cuando estaba en prisión, a José se le permitió cierta libertad, y tuvo la oportunidad de compartir la luz con sus compañeros de cárcel. La prisión fue para él una escuela... En cada fase de su administración veía la superioridad de la Ley de Dios, y por su experiencia y observación estaba aprendiendo a ser justo y misericordioso, representando así el carácter de Dios.

Habría de colocarse autoridad en las manos de José y, a través de él, Dios habría de revelarse como el gobernador de los cielos y la tierra. Pero, habría de aprender en la adversidad: la escuela en la que Dios ha designado que sus hijos aprendan – Youth’s Instructor, 11 de marzo de 1897.

Tomado de  Meditaciones Matutinas para adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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