domingo, 7 de julio de 2013

UNA IGLESIA FUERTE ESTA FORMADA POR FAMILIAS CONSAGRADAS


Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios. Efesios 5:1-2

La fortaleza de una iglesia se mide por la de las familias que la forman. Cuando el evangelio de Cristo es una experiencia viva en el seno de una familia, todos sus miembros son portadores de las mejores dádivas del cielo. En su diario caminar son un testimonio vivo del poder del evangelio, y un apoyo sustentador que ayuda a la iglesia a cumplir con su misión redentora y salvífica en beneficio de los pecadores.
Las familias unidas a Cristo, en cuyo seno las virtudes de Dios se cultivan y expresan, constituyen el mejor sermón que el mundo que no conoce a Jesús puede escuchar. Las madres y los hijos, los esposos y las esposas cristianos que siguen las instrucciones de Dios para la familia, formarán núcleos fuertes y comprometidos.
Las esposas que sin temor ni prejuicios permanecen sumisas a sus esposos, como lo pide el Señor, alimentarán en el corazón de ellos un sentido de valor personal, favoreciendo así una convivencia saludable en las relaciones entre hombres y mujeres dondequiera que se encuentren. Los esposos que aman a sus esposas como a sus mismos cuerpos y mantienen su voto de fidelidad, siembran alegría en el corazón de sus cónyuges alentando en ellas una disposición natural que las llevará a aceptar el liderazgo de los varones con humildad y sin recelos.
Los hijos que obedecen a los padres recibirán por recompensa una vida abundante de acuerdo a la promesa del Señor: “Honra a tu padre y a tu madre -que es el primer mandamiento con promesa- para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra” (Efesios 6:2-3). Los padres que corrigen a sus hijos sin causarles enojo, y les presentan una imagen de autoridad amorosa, ganarán a sus vástagos para el Reino de los cielos.
Dios establece y organiza a la familia para nuestro bienestar y felicidad aquí en la tierra; y también para prepararnos para que formemos parte de la gran familia de Dios. Muy pronto, cuando el Señor venga, las familias terrenales serán reunidas y convocadas a un festín en el Reino de los cielos que nunca tendrá fin.
Querida hermana, ¡prepárate junto a los tuyos para ese gran encuentro!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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