jueves, 25 de julio de 2013

UNA CONFESIÓN FALSA Y UNA PROMESA


He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. Éxodo 9:27.

Mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo” (Isa. 32:18). La única seguridad genuina para las naciones y los individuos radica en ser obedientes a la voz de Dios, y en estar siempre del lado de la verdad y la justicia. Faraón ahora se humilló y dijo: “He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos” (Éxodo 9:27). Les rogó a los siervos de Dios que intercedieran con él, para que cesaran los terribles truenos y relámpagos.

Moisés sabía que no había terminado la lucha, porque conocía el funcionamiento del corazón humano que se endurece en rebeldía arrogante contra Dios. Las confesiones y las promesas de Faraón no fueron hechas porque hubiera cambio alguno en su mente o su corazón; sino que en ese momento el terror y la angustia lo impulsaron a ceder en su controversia con Dios. A pesar de esto, Moisés prometió concederle su pedido como si su confesión fuese genuina y su arrepentimiento sincero, porque no le daría otra oportunidad para una exhibición futura de terquedad...

Al salir de la ciudad, “extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la tierra” (Éxodo 9:33). Pero tan pronto como cesaron las exhibiciones portentosas del poder divino, el corazón del rey regresó a su testarudez y rebelión.

El Señor estaba manifestando su poder para afirmar la fe de Israel en él como único Dios verdadero y viviente. Daría inequívocas pruebas de la diferencia que hacía entre ellos y los egipcios. Haría que todas las naciones supiesen que aunque los hebreos habían sido cargados con arduas labores y habían sido despreciados, él los había escogido como su pueblo peculiar y obraría para libertarlos de una manera maravillosa.

Por causa de su larga asociación con los egipcios y el contemplar continuamente el imponente culto a los ídolos, la idea hebrea de un Dios genuino y viviente se había degradado... Vieron a los egipcios idólatras que disfrutaban de una prosperidad abundante, en tanto que ellos eran continuamente acusados de que su Dios los había abandonado. Pero ahora –por medio de obras poderosas– el Señor enseñaría a su pueblo acerca de su carácter y autoridad divinas y les mostraría la total impotencia de los dioses falsos – Signs of the Times, 18 de marzo de 1880; ver texto similar en Patriarcas y profetas, pp. 275, 276.
                                                                                 
Tomado de  Meditaciones Matutinas para adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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