Tengan paciencia hasta la venida del Señor.
Miren cómo espera el
agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las
temporadas de lluvia,
sí también ustedes, manténganse firmes y aguarden con
paciencia la venida del Señor, que ya se acerca.
Santiago 5:7-8
El trabajo del
hogar nunca concluye. Los platos sucios y las camas representan una tarea
inextinguible. Nunca se acaba la ropa sucia que necesita lavarse.
Revisar las
tareas de los hijos es cosa de todos los días, y parece que nunca terminaremos
de ordenar nuestras casas. A veces nos asalta la idea de que nada hemos
logrado, y esa podría ser la misma idea de quienes nos observan.
La secretaria
cumple sus objetivos cuando entrega a su jefe la tarea que le fue encomendada y
gracias a eso experimenta un cierto grado de satisfacción. El mecánico se
limpia las manos con placer cuando entrega el automóvil reparado. El contador
se siente satisfecho cuando termina un estado financiero para su empresa.
Pero el ama de
casa tiene que repetir la misma tarea día tras día. Son muchas las que, en vez
de estar satisfechas y alegres, se sienten frustradas.
Es muy
probable que muchas mujeres deseen abandonar el trabajo de casa para encontrar
realización fuera de ella. Elena de White se refirió a eso cuando dijo: “Rara
vez aprecia la madre su propia obra y a menudo atribuye un valor tan bajo a su
labor que la considera como pesada rutina doméstica. Hace lo mismo día tras
día, semana tras semana, sin ver resultados notables. Al fin del día no puede
contar las muchas cositas que ha hecho. En comparación con lo que ha logrado su
esposo, le parece que no ha hecho cosa alguna digna de mención” (El hogar
cristiano, cap. 38, p. 207).
Sin embargo,
Dios califica a las madres y esposas abnegadas como “mujeres virtuosas” (Proverbios 31:10). Al final del tiempo, antes de que Cristo venga, se hará evidente el
aprecio que siente Dios hacia las mujeres cristianas que le sirven mientras
cuidan de sus hogares. Para el Señor tenemos tanto valor como si fuéramos
piedras preciosas.
Al iniciar las
actividades del día de hoy, recuerda que todo lo que haces lo observa nuestro
Padre Celestial y queda registrado en los libros del cielo. Busca
constantemente recibir la aprobación del Señor al cumplir en forma diligente
tus deberes en casa. No pierdas de vista que cada cosa que haces por tu familia
¡redundará en su bienestar!
Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado