Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre
misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras
tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido,
también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
2 Corintios 1:3-4
Dios nos
ha hecho una promesa maravillosa, y es que en medio de las dificultades él
estará con nosotras. Yo sé que en efecto confiamos y creemos que esto es así;
sin embargo, qué difícil resulta entenderlo, e incluso recordarlo, cuando
estamos en el crisol de la prueba.
La hermana
Adela llegó un día a su casa y se dio cuenta de que su esposo no estaba.
Durante el resto del día se mantuvo esperando a que volviera, con un poco de
impaciencia. Al anochecer, la impaciencia se transformó en angustia. Su esposo
no regresaba. Encima de la cama estaban sus documentos personales, su Biblia y
su ropa en perfecto orden. La hermana Adela apenas sale de casa. Ella sigue a
la espera de que un día su esposo regrese, y por supuesto desea ser la primera
en abrazarlo.
Han pasado ya
dos años desde el incidente, y ella afirma que su espera no terminará mientras
Dios la sustente. La fortaleza de Adela no decae. Ella mantiene encendida la
luz de la esperanza. Sabe que su Dios vive y está al tanto de sus criaturas.
Las investigaciones policiales indican que posiblemente se haya tratado de un
secuestro, sin embargo, no se ha obtenido mayor información.
Este es un
gran ejemplo de fe, algo que debería animarnos a permanecer incólumes al
enfrentar cualquier momento difícil. Debemos tener la seguridad de que “Jesús
es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar.
No debemos
permitir que las perplejidades y congojas cotidianas aflijan nuestro espíritu y
oscurezcan nuestro semblante” (El camino a Cristo, cap. 13, pp. 181-182).
Amiga, ante la
prueba quizá te sientas tentada a pensar que Dios está ajeno a tu sufrimiento y
a tu dolor; sin embargo, no te desesperes. Es momento de echar mano de todas
las promesas de Dios y suplicarle con humildad que las haga realidad en tu
vida. Recuerda lo que dijo la mensajera del Señor: “Dios no desea que ninguno
de nosotros permanezca postrado a causa de la intensa aflicción, con los
corazones transidos de dolor. Él quiere que miremos hacia arriba y veamos el
arco de la promesa, y que reflejemos la luz para otras personas” (Mensajes
selectos, t. 2, cap. 27, p. 294).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado